«Soy una vieja montaña situada en esta media isla del continente Americano, y estoy muy angustiada, porque ustedes han enfilado sus tractores, palas y volquetas para extraer minerales de mi cuerpo, previamente despojarme los árboles y toda la vegetación, así como la capa vegetal que cubre mi manto rocoso, lo cual va más allá del pudor y la ética que me legaron mis antepasados, todo esto equivale a matarme de forma inocente y sin que yo les haya hecho algo malo a ustedes.»

Históricamente en la República Dominicana, la minería ha sido un negocio lesivo al interés nacional, la cual se ha caracterizado por la irresponsabilidad en su manejo, tanto por las autoridades que han aprobado dichas operaciones en procura de agenciarse recursos inmediatistas, que a la postre no resuelven un solo problema ni siquiera en las comunidades receptoras de la contaminación y del pasivo ambiental que dejan como secuela de la depredación; pero más aún por los accionistas inescrupulosos que se mueven en ese mundanal de la minería.

La naturaleza es la fuente de toda riqueza y bienestar para el ser humano. Para la supervivencia de la especie humana y su base existencial, tienen que darse unas relaciones primarias armoniosas y por lo tanto, sostenibles en el tiempo y en el espacio.